Un documental que explora cómo los jóvenes están desesperados por ser famosos y persiguen esa fama en las plataformas de las redes sociales parece propicio para una narrativa oscura y sombría, y sin embargo, el director Nick Bilton no encontró eso en su obra Fake Famous.
Bilton, un periodista especializado en tecnología que debuta como director en este largometraje, decidió explorar lo que significa la "fama" en la era de las redes sociales, y por qué tantos codician esa fama, cuando lo que se califica como éxito puede ser fácilmente manipulado a través de herramientas ampliamente disponibles.
Los influencers
A través de tres protagonistas, Bilton muestra con ironía la vacuidad de una vida perfecta en Instagram y tal vez ofrezca una valiosa lección a los aspirantes a influencers de que el juego de la fama en Internet no es todo lo que parece.
Bilton se propone crear un experimento social y hace un casting al que se presentan unos 4.000 aspirantes a famosos (la mayoría de ellos son modelos/actores), y los reduce a tres integrantes: Dominique Druckman, que es una actriz que trabaja en el comercio minorista, el diseñador de moda Chris Bailey, y Wylie Heiner, que trabaja actualmente como asistente personal de un promotor inmobiliario.
El director se dedica entonces a hacer a cada uno de ellos "falsos famosos", primero comprando seguidores y luego comprando el engagement falso de estos ejércitos de bots. También organiza sesiones fotográficas para que los seguidores (tanto los reales como los falsos) vean un estilo de vida glamoroso. La hipótesis de Bilton es que estas tres personas obtendrán el estatus de influencers, lo que a su vez dará resultados tangibles como productos gratuitos e incluso vacaciones caras pagadas.
Tal pareciera y daría la impresión de que el sabor de la fama, por muy artificial que fuera, iba a convertir a estas tres personas normales en monstruos, y para el alivio de todos, no fue así. Dominique, Chris y Wylie son básicamente personas de veintitantos años: quieren ser famosos porque les han dicho que la fama es buena.
Ahora a través de sus teléfonos, reciben un flujo constante de influencers mostrando un estilo de vida fastuoso que es el resultado de ser "famoso" sin más logros que acumular seguidores, likes y engagement. Los tres protagonistas parecen estar al tanto de la broma, pero también llegan a tres conclusiones diferentes sobre la economía de las redes sociales.
La gran farsa
El punto más importante de Bilton es lo artificial que se vuelve todo y que no hay incentivos para crear nada más allá de la gran farsa. Para dar un ejemplo de lo extraño que es todo este esfuerzo, las empresas quieran utilizar a estos influencers para vender sus productos. Pero una parte sustancial de los seguidores son bots, y el software destinado a señalar esto es aparentemente también fraudulento, por lo que no hay manera de que las empresas sepan si estos influencers están teniendo un impacto real en la venta de productos a pesar de los costos exorbitantes de cortejar y patrocinar a estos influencers.
Una empresa se gastará miles de dólares para pedir a Dominique que venda algo de moda o joyas, y Dominique lo hará y se venderá a una audiencia compuesta principalmente por bots. En algunos aspectos, es algo a lo Black Mirror, pero en otros es una especie de tontería en la que las verdaderas víctimas son las empresas de relaciones públicas y las compañías tan desesperadas por hacer una venta, que ya ni siquiera pueden distinguir si sus clientes potenciales son reales o falsos.
Bilton también reconoce que la cultura de los influencers no es tan simple, y que si bien puede estar construida sobre un engagement dudoso, hay otras ocasiones en las que los activistas han utilizado la plataforma para intentar lograr un cambio. Además, por qué es triste que tantos jóvenes quieran ser famosos, hay un elemento "como siempre" en esa desesperación.
Sin sudar una gota
Jóvenes de décadas anteriores querían entrenar hasta el cansancio para ser atletas profesionales, pero realmente que una parte de ese deseo era porque los atletas profesionales son famosos y están bien pagados y ahora hay una manera de ser famoso y bien pagado sin tener que hacer ejercicios, entrenar y sin siquiera sudar una gota.
La intención de Fake Famous es que no trata de regañar a su audiencia, sino de educarla sobre cómo no hay necesidad de perseguir la fama en Internet porque simplemente no es real. Si bien es cierto que puedes sacar algo de provecho de ello, intentar vivir como un influencer es un trabajo a tiempo completo y uno que parece bastante poco gratificante si tienes que promocionar constantemente los frutos de tu trabajo.
Fake Famous debe llamar la atención a los espectadores más jóvenes, al mostrar que, aunque las redes sociales pueden ser divertidas, una vez que se mira detrás de la cortina, la fama no sólo es fugaz, sino que en el siglo XXI puede ser completamente artificial.
A contar tus likes